A UN PASO DEL VACÍO   
(Piezas de un puzle que no encajan) 
David Yanez 

CAPITULO 6



 30 de octubre, Natalia

A los veinte la vida es una mierda. Te digan lo que te digan a uno y otro lado de los veinte.

Fui con Teo al entierro. Parecía estar en otro mundo. No dejaba de mirar a Sofía, una chica rubia con la que hemos coincidido alguna vez de litros que creo que sale con Luis, aunque nunca la trae cuando quedamos. Los padres se dan abrazos. hablan en voz baja. Teo vuelve a mirar a Sofía, Sofía le aparta la mirada. Hay electricidad entre ellos. Me jugaría la cabeza que ha pasado algo, pero no han hecho más que evitarse como dos imanes. Igual no han acabado a buenas. O igual es porque sale con Luis y Teo y Luis son muy amigos. Aunque igual ya no sale con Luis. Tampoco es que esté yo muy puesta en los ires y venires de esta gente. El bar me come la vida. Aunque Luis  la mayor parte del tiempo no sabe ni de dónde le viene el viento. Los hombres son los últimos en enterarse de todo.

Nos acercamos al féretro y está cerrado. No sé a quién hay que darle las gracias por eso, pero gracias. No necesito recordar a Mauro de ninguna otra manera que no sea con un litro de calimocho y partiéndose la caja a mandíbula batiente. No sé qué van a hacer los chicos ahora.

Los chicos se buscaban unos a otros, pero al final todo el mundo desaparece y no hablamos. Teo me ha acompañado a cenar antes de irme al bar. La noche no ha arreglado el día. Me han echado. Dejo de ser la camarera del Potemkim. Dejo de ver pasta a final de mes. Me juro y perjuro que no me voy a olvidar de ti, Mauro. Sentada en la cama, con una cerveza ya caliente y la cara entre las manos, intento recordar tu cara, pero no puedo pensar en otra cosa que en el alquiler y la luz y la puta factura de la calefacción que va a ser gigante porque en este piso no cierra ninguna puta ventana. Tenía que ser hoy.

Intento poner juntos detalles de hace dos sábados. Cuando estabas eléctrico y casi daban ganas de enchufarse a ti, pero se me cuela entre los dedos la reunión de última hora, con el garito con la trapa medio bajada y Arturo, el jefe hablando sin ir a ningún sitio y ya me olía algo malo. He levantado ese puto bar desde los cimientos, y con eso y con todo ya me cuesta dios y ayuda llegar a fin de mes, ya lo sabes bien tú. Y nos vienen con el cierre. Nos hemos quedado de piedra. Intento ver tu cara pero veo la de Arturo. -Sí, el cierre, chicos, desde el martes no se abre. Me llamaron ayer del Ayuntamiento. Hasta febrero vamos a estar sin ver un duro. Se les ha metido en la cabeza que sacar bebidas a la calle es un delito del bar del que las sacas, y con la que se montó en las fiestas de Medicina, era de esperar. No dejé que terminara. -Y nosotros en la puta calle, ¿no? -Es lo que hay, si quieres volver en febrero, bien, si no… La puerta respondió por mí. Fue rápido, pero es que nunca he sido capaz de discutir llorando.

Mierda. A los veinte la vida es una mierda.

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