A UN PASO DEL VACÍO

(Piezas de un puzle que no encajan)

David Yanez




CAPITULO 2

29 de octubre, Natalia

Los bares que cierran tarde, como éste, son como el coche-escoba. Arrastran toda la mierda de la calle. Cada sábado, amigos, amigas, novietes, parejas formales y conocidos de una noche que me piden a mí las canciones en vez de al pincha, y que tienen todos ellos un lavabo, cocina, coche o portal habitual en el que terminar echando la pota cuando ha bebido por encima de sus posibilidades, deciden, en cambio, dejarse la cena, o cosas peores en los baños que yo tengo que limpiar a las 6 de la mañana. Eso si cerramos pronto. Los camareros, el jefe y el pincha tampoco se libran, Yo incluida. Yo soy la chica-mona-tetas-grandes a la que todos quieren contarle la película a las 3, pero que nadie quiere tener al lado cuando no sonríe. La chica-mona-tetas-grandes se hace la estrecha a las seis de la mañana, con una cerveza en una mano y la fregona en la otra.

Cuando ya no hago pie, con el garito a medio chapar y las ganas por los suelos, llega el dealer. Todos los bares tienen uno, para bien o para mal. Le llamamos dealer para no confundirlo con el camello, que era aquel que pasaba heroína a los amigos muertos de nuestros padres. Los hijos nunca hacemos preguntas sobre amigos muertos a nuestros padres. La muerte va de abajo arriba, como el humor de los progres. El dealer, que no camello, te conoce, te ha pasado en noches en que no te tenías en pie pero había que echar el resto porque era puente. Esta cerrado, le digo. Seca. Áspera. Hoy estoy más borde de lo habitual. He bebido más de lo habitual. Me mira como si quisiera rebuscarme en los vaqueros empotrándome sobre la barra. Hoy estoy más borde de lo habitual. ¿Te lo escribo en la puta pizarra? Estamos cerrados.  Parece que me está perdonando la vida cuando se va. Me vuelvo hacia la barra y cojo otra cerveza. Fría, recién sacada de la cámara. Brilla con el reflejo de los focos que aún tengo encendidos. Me devuelve una Natalia marrón y gorda. ¿Quién soy yo? le pregunto de pronto. ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy cerveza maravillosa? El pincha se despide con un ademán y se borra. Parece saber a dónde va. ¿Por qué coño soy la única de mi parte del mundo que no tiene ni idea de qué hacer con su vida? ¿Dónde demonios me dejé el plano del desierto que atravesé para llegar a este momento? ¿Cómo hago para limpiar todo este vómito sin que me den siquiera arcadas ya? Joder, Mauro, no hago más que pensar en gilipolleces. Voy a ponerme la última y acercarme después a casa de nuestro amigo Teo. No quiero dormir sola, y tampoco me apetece llamar a algún random y que me salga rana. El sol sale a verme cuando por fin echo la chapa. El fin del mundo será un domingo a las siete de la mañana.

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