HAND-ME-DOWNS / ROPA DE HERMANOS MAYORES
In this house of cold that doesn't belong to us,
my clothes crumple on the clothesline,
my girlfriend smiles and says it's
the cheap laundry softener. Smiles
so that when we cross the mirrors
with those people who look at us from the other side,
I can pretend to recognize us.
But the towels scratch my skin,
they scorch my face
and naked for her
I am nothing more than a flayed man
who shows the palms of his hands -empty-
a man who does not know how to get up early,
who doesn't drink, who never comes to blows
nor uses rude words to talk about
[what he once believed to be true.
On Saturday,
I am a man
who dresses in shirts that are too big
[or too small,
and my hatred for the things I touch
is so small
that it's barely enough to put on my shoes
and walk to the Chinese store
for a bottle of wine and something for dinner.
It's all these uninhabited clothes
that refuses to forget its wrinkles,
that is rough to the hands,
smells of camphor and Christmas presents,
birthdays, saint's days, clothes from cousins,
older siblings, parents,
smells of clothes that don't remember or don't know,
clothes that don't even know
[for whom they were bought.
-----------------------------------------// Orignal version below //
En esta casa de frío
que no nos pertenece,
mi ropa se acartona en el tendedero,
mi novia sonríe y dice que es por culpa
del suavizante barato. Sonríe
para que al cruzar los espejos
con esas personas que nos miran del otro lado,
yo finja reconocernos.
Pero las toallas me arañan la piel,
me abrasan el rostro
y desnudo para ella
no soy más que un desollado
que enseña las
palmas de las manos –vacías–
un hombre que no sabe madrugar,
que no bebe, que nunca llega a las manos
ni utiliza malas palabras
para hablar de
[lo que antes
creía que era verdad.
En sábado,
soy un hombre
que se viste con camisas demasiado grandes
[o demasiado pequeñas,
y mi odio por las cosas que toco
es tan pequeño
que apenas alcanza para ponerme los zapatos
y caminar hasta la tienda de los chinos
a por una botella de vino y algo para la cena.
Y es
que toda esta ropa deshabitada
que se resiste a olvidar sus arrugas,
que es áspera a las manos,
huele a alcanfor y a regalos de Navidad,
a cumpleaños, santos, ropa de primos,
hermanos mayores, padres,
huele a ropa que no recuerda o no sabe,
a ropa que desconoce incluso
[para quién fue comprada.
[De HOMBRES EN SILENCIO, MUJERES SIN MAQUILLAJE, ed. Baile de Sol, 2015]
sobre este libro: CRITICA- La Biblioteca de Alonso Quijano
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